REFLEXIÓN
FINAL
El miércoles, 27 de julio de 2011, se hacía en la iglesia de
Isaba el primer ensayo de las canciones para la boda que se iba a celebrar tres
días después. Ese momento sirvió para confirmar que todo el esfuerzo realizado
hasta entonces había merecido la pena. Daba gusto ver la iglesia con tanta
gente cantando, ¡y eso era tan sólo un ensayo de las canciones!. Era un signo
evidente de la implicación popular que se iba a vivir en Isaba el sábado, en la
celebración del II Día de la Indumentaria Roncalesa.
En toda esa semana previa a la ceremonia nos encontrábamos
con un panorama digno de analizar. Unas mujeres cosían, los txistularis
ensayaban sus piezas, otros repartían carteles por los pueblos del entorno;
había quien se dedicaba a limpiar una casulla, a lavar y planchar roquetes y
albas, a redactar una dote o contrato matrimonial, a hacer fotocopias, a
localizar prendas, a gestionar la megafonía, a… Era evidente que Isaba estaba
en movimiento, que había vida, que había ganas.
El día 29 la ronda de los novios desbordó todas las
previsiones. Días antes había miedo de que no resultase, pues se hacía a la
hora de cenar; y sin embargo el éxito de público fue sencillamente
impresionante –varios cientos de personas-, el ambiente inmejorable, y la
participación e implicación de la gente fue total.
Y el día 30 de julio fue cuando se confirmó que había que
seguir trabajando en esa línea. Ese día estábamos protagonizando ante cientos
de personas una ceremonia única. Estábamos ofreciendo una recreación
etnográfica minuciosamente preparada, rigurosamente fiel a la realidad de lo
que una boda fue en Isaba en el siglo XIX; con la seriedad, el respeto y la
solemnidad que la ocasión requería. A nadie dejamos indiferente. Como
asociación cultural estábamos cumpliendo con los objetivos marcados.
Pero hay que saber ver más allá. No podemos quedarnos
simplemente con la satisfacción del deber cumplido, con la satisfacción de
haber destacado y dado a conocer una de las parcelas más curiosas de nuestro
patrimonio espiritual y cultural. Que esto lo hicimos sobradamente.
Es obligado fijarse en la dimensión social, de cohesión
vecinal, que todo esto tiene. A nadie se le escapa que si algo es fácil en un
pueblo es dividir a la gente, no hay mérito alguno en conseguirlo. Lo
verdaderamente meritorio es ser capaces de trabajar en lo que une. Y allí
estábamos el 30 de julio todo tipo de personajes, ideologías, sensibilidades,
edades… trabajando y arrimando el hombro en pro de un objetivo cultural. Y esto
es lo que verdaderamente vale; esto es lo que a la asociación Kurruskla le
demuestra que merece la pena seguir en esta línea de esfuerzo y de trabajo.
Incluso la dimensión social va más lejos. Allí están esos
sectores de población que, por las circunstancias que sea, son poco dados a
participar en estas cosas, y sin embargo esta vez han estado allí. Allí están
esas personas que han vibrado, que han sentido, que se han emocionado ante lo
que veían y oían. Allí están los advenedizos
sintiendo, trabajando, e identificándose con nuestra cultura y nuestro
patrimonio, ganándose a pulso el ribete rojo en sus prendas roncalesas.
Y, por lo demás… las felicitaciones y enhorabuenas que hemos
recibido, que han sido sinceras, emotivas y abundantes, y que agradecemos de
corazón, no deben de impedirnos ver los pequeños errores que también los ha
habido, hacer autocrítica, tomar nota para otra ocasión de lo que se pueda
mejorar.
En cualquier caso estamos satisfechos, estamos
verdaderamente contentos; y sobre todo estamos orgullosos de un pueblo y de un
valle que, con su respuesta y su implicación, hacen que estemos siempre
pensando en nuevas actuaciones.
Asociación
Cultural KURRUSKLA Kultur Elkartea